Mientras recorre las serpenteantes calles de La Paz, la capital institucional boliviana y, a 12,008 pies, la más alta del mundo, la cholita arrastra una carretilla repleta de productos de electricidad: enchufes, bombillas, cables, adaptadores y transformadores. Después de disponerlos organizadamente en una tabla, toma una silla, se acomoda la colorida pollera y se sienta a esperar que los clientes se acerquen a su puesto callejero.
Pero esta actividad, tranquila si se quiere —excepto por el esfuerzo de llevar la mercadería de un lado a otro y por el ocasional estrés de no ceder ante alguien que regatea precios— contrasta radicalmente con su otra ocupación; aquella que esta cholita ama apasionadamente: la lucha libre.
Así, aquellas tardes en las que hay pelea, ella se transforma en “Carmen Rosa la Campeona”, una robusta luchadora que salta enérgicamente desde las cuerdas del ring agitando su pollera, sus enaguas y sus largas trenzas. Esta indígena aymara, orgullosa de sus raíces y de su vestimenta típica es quien lidera “Las Mamachas del Ring”; un trío de luchadoras, todas cholas, integrado por “Yolanda La Amorosa”, “Julia La Paceña” y la propia Carmen Rosa. Es ella también la protagonista de un documental que acaba de presentarse aquí en Nueva York como parte de su recorrido por festivales del mundo.
“Estuvimos ya en Buenos Aires, en San Pablo, en Montreal y en Roma”, comenta Betty M. Park, la joven directora de “Mamachas del Ring”, un proyecto que duró tres años en completarse.
Neoyorquina de padres coreanos, Betty, 32, usa los viajes como disparadores de ideas para muchos de sus proyectos. Fue así que en 2005, mientras viajaba por Perú y exploraba un puesto de revistas en Lima dio con la revista Etiqueta Negra. “Tenían en la tapa a las cholas luchadoras de Bolivia y me llamaron mucho la atención así que llamé al fotógrafo y el me puso en contacto con Carmen Rosa”.
Durante tres meses, Betty y el director de fotografía del documental, Alexander Ramírez Muñoz, se convirtieron en la sombra de estas tres cholas que, metidas en el ambiente extremadamente masculino de la lucha libre, se las ingenian como pueden para conseguir gimnasios donde luchar y para promocionar esas luchas entre los locales. El film, el primero de esta licenciada en literatura inglesa y filosofía, tiene segmentos memorables y expone honestamente las vidas de estas mujeres que luchan tanto en el ring como fuera de él.
“Al principio”, narra Betty, “me atrajo mucho conocer el mundo de Carmen Rosa que se me hacía tan ajeno al mío y me daba curiosidad. Después fue llamativo porque empecé a darme cuenta que al fin y al cabo no éramos tan distintas y que su lucha por hacerse paso en un ámbito dominado por los hombres; por seguir haciendo lo que ama y balancear eso con sus otras responsabilidades y con su familia; todo eso es muy universal. En definitiva”, agrega, “la película explora más aquellas cosas que todos compartimos que las que nos separan”.
Asiática, de aspecto sofisticado y poseedora de un aceptable pero limitado vocabulario en español, Betty logró insertarse en el universo de las luchadoras. “Al principio me veían como ‘la extranjera’ pero me las fui ganando y entendieron que yo quería de veras comprender su forma de vida, sus desafíos, sus problemas y sus logros”.
“Mamachas del Ring” es una puerta abierta al mundo de las cholitas catchascanistas y una ventana a regiones andinas de Bolivia y Perú — “Las Mamachas” han peleado allí en varias oportunidades— como Tarija, Oruro, Cusco y Quisuara. “Fue lindísimo recorrer a fondo estos países, conocer sus tradiciones y además en ambos lugares se vivía un momento político especial con la llegada de Evo Morales al poder y con las elecciones presidenciales en Perú” agrega esta directora que durante la duración de la filmación se nutrió a puro “chicharrón, papa y carne” .
Presentado ante audiencias internacionales, quienes aún no vieron el film son las propias mamachas. “Me gustaría presentarlo en Bolivia que es donde realmente pertenece”, dice Betty, “pero es muy difícil organizar algo así en el ambiente de la lucha libre porque hay muchos celos y competencia”.
Por ahora su propia lucha es que las luchadoras puedan acompañarla en alguna de las presentaciones. “Cuando viajé a Argentina, ellas no podían; después parecía que se sumaban a Montreal pero la visa para Canadá les salió tarde; así que ahí están, sumamente ansiosas por verse en la pantalla”.
Terminar el documental fue la parte más satisfactoria de toda esta iniciativa dice entre risas Betty. “Uno filma para dar a conocer esto al público y recién ahora que la película circula siento que concreté eso. Ya no es algo mío; es de la gente que lo ve, lo critica y aprende sobre este mundo que de otra forma quizás nunca hubieran conocido”.
Pero esta actividad, tranquila si se quiere —excepto por el esfuerzo de llevar la mercadería de un lado a otro y por el ocasional estrés de no ceder ante alguien que regatea precios— contrasta radicalmente con su otra ocupación; aquella que esta cholita ama apasionadamente: la lucha libre.
Así, aquellas tardes en las que hay pelea, ella se transforma en “Carmen Rosa la Campeona”, una robusta luchadora que salta enérgicamente desde las cuerdas del ring agitando su pollera, sus enaguas y sus largas trenzas. Esta indígena aymara, orgullosa de sus raíces y de su vestimenta típica es quien lidera “Las Mamachas del Ring”; un trío de luchadoras, todas cholas, integrado por “Yolanda La Amorosa”, “Julia La Paceña” y la propia Carmen Rosa. Es ella también la protagonista de un documental que acaba de presentarse aquí en Nueva York como parte de su recorrido por festivales del mundo.
“Estuvimos ya en Buenos Aires, en San Pablo, en Montreal y en Roma”, comenta Betty M. Park, la joven directora de “Mamachas del Ring”, un proyecto que duró tres años en completarse.
Neoyorquina de padres coreanos, Betty, 32, usa los viajes como disparadores de ideas para muchos de sus proyectos. Fue así que en 2005, mientras viajaba por Perú y exploraba un puesto de revistas en Lima dio con la revista Etiqueta Negra. “Tenían en la tapa a las cholas luchadoras de Bolivia y me llamaron mucho la atención así que llamé al fotógrafo y el me puso en contacto con Carmen Rosa”.
Durante tres meses, Betty y el director de fotografía del documental, Alexander Ramírez Muñoz, se convirtieron en la sombra de estas tres cholas que, metidas en el ambiente extremadamente masculino de la lucha libre, se las ingenian como pueden para conseguir gimnasios donde luchar y para promocionar esas luchas entre los locales. El film, el primero de esta licenciada en literatura inglesa y filosofía, tiene segmentos memorables y expone honestamente las vidas de estas mujeres que luchan tanto en el ring como fuera de él.
“Al principio”, narra Betty, “me atrajo mucho conocer el mundo de Carmen Rosa que se me hacía tan ajeno al mío y me daba curiosidad. Después fue llamativo porque empecé a darme cuenta que al fin y al cabo no éramos tan distintas y que su lucha por hacerse paso en un ámbito dominado por los hombres; por seguir haciendo lo que ama y balancear eso con sus otras responsabilidades y con su familia; todo eso es muy universal. En definitiva”, agrega, “la película explora más aquellas cosas que todos compartimos que las que nos separan”.
Asiática, de aspecto sofisticado y poseedora de un aceptable pero limitado vocabulario en español, Betty logró insertarse en el universo de las luchadoras. “Al principio me veían como ‘la extranjera’ pero me las fui ganando y entendieron que yo quería de veras comprender su forma de vida, sus desafíos, sus problemas y sus logros”.
“Mamachas del Ring” es una puerta abierta al mundo de las cholitas catchascanistas y una ventana a regiones andinas de Bolivia y Perú — “Las Mamachas” han peleado allí en varias oportunidades— como Tarija, Oruro, Cusco y Quisuara. “Fue lindísimo recorrer a fondo estos países, conocer sus tradiciones y además en ambos lugares se vivía un momento político especial con la llegada de Evo Morales al poder y con las elecciones presidenciales en Perú” agrega esta directora que durante la duración de la filmación se nutrió a puro “chicharrón, papa y carne” .
Presentado ante audiencias internacionales, quienes aún no vieron el film son las propias mamachas. “Me gustaría presentarlo en Bolivia que es donde realmente pertenece”, dice Betty, “pero es muy difícil organizar algo así en el ambiente de la lucha libre porque hay muchos celos y competencia”.
Por ahora su propia lucha es que las luchadoras puedan acompañarla en alguna de las presentaciones. “Cuando viajé a Argentina, ellas no podían; después parecía que se sumaban a Montreal pero la visa para Canadá les salió tarde; así que ahí están, sumamente ansiosas por verse en la pantalla”.
Terminar el documental fue la parte más satisfactoria de toda esta iniciativa dice entre risas Betty. “Uno filma para dar a conocer esto al público y recién ahora que la película circula siento que concreté eso. Ya no es algo mío; es de la gente que lo ve, lo critica y aprende sobre este mundo que de otra forma quizás nunca hubieran conocido”.