martes, 27 de diciembre de 2011

Cholitas Luchadoras son Diosas del Ring en Bolivia

Las mujeres indígenas que practican la lucha libre se han
convertido en un ícono de Bolivia.
Algunas son explotadas como espectáculo para turistas,
pero otras son emancipadas y valientes
como Carmen Rosa, la diosa del ring.

Frente al espejo del camerino, Carmen Rosa le reza con la cabeza gacha al Señor Jesús del Gran Poder. Le sudan las manos, se muerde los labios, tiene miedo. Acaba de cumplir 40 años y su pelo trenzado ya tiene las raíces tan blancas como las nieves del Illimani. La edad es un factor de riesgo para el combate que tendrá en pocos minutos contra la temible Rosa la paceña.

Pero hoy el origen de sus miedos no está en la pelea sino en el desafío que enfrenta en las elecciones. Lleva dos meses haciendo campaña como candidata al Concejo Municipal de La Paz y al final de este día de comicios sabrá si alcanza el triunfo político. Esta mujer aimara se ha propuesto ganar en las urnas y en el ring.

El público entretiene la espera al ritmo de la tecnocumbia. Las mujeres bailan, los niños corretean y los hombres amasan bolas de hoja de coca que se meten bajo el cachete para ir mascando durante toda la tarde. Por diez bolivianos (unos 2.500 pesos) una familia entera tendrá diversión por tres horas. El precio equivale a diez pasajes de bus urbano o al valor de una botella de agua en un hotel de lujo.

La canción de Rocky III, “Eye of the tiger”, anuncia con su rasgueo eléctrico el inicio del espectáculo. Carmen Rosa desfila con altivez exhibiendo su pollera dorada de cuatro enaguas, la manta de lentejuelas que le trae suerte, el sombrero bombín que aún paga por cuotas y el cinturón que la acredita como campeona nacional de lucha femenina.

Ya en el cuadrilátero, su sonrisa pícara adornada con incrustaciones de oro en los dientes frontales se transforma repentinamente en las fauces de una leona. Ningún espectador se imaginaría que tras su gesto bravucón hay un corazón que late de nervios a la velocidad de un ventilador.

En cuanto el árbitro dé la orden, empezará la pelea…

Espíritu indomable
La pose desafiante de Carmen Rosa es el resultado de un vida rebelde. Desde la infancia aprendió el oficio familiar de recolectar hoja de coca en el Valle de los Yungos de donde son sus raíces y se gastó la juventud entre las cuatro cosechas anuales que deja esta planta sagrada; sin embargo, se aburrió de la rutina y contra el mandato de su padre agricultor se fue a La Paz a probar suerte como artesana.

En la ciudad conoció a Oscar Cahuasa a quien convirtió en su marido, en padrastro de su primogénita, en socio de su negocio de bisutería y en coautor de su hijo Bismarck, bautizado así en honor al legendario luchador mexicano que alguna vez doblegó a Santo “el enmascarado de plata”.

Hace una década, cuando sus niños lograron por fin saltar a la adolescencia, Carmen Rosa desempolvó su sueño de ser luchadora: no del estilo deportivo que se ve en los olímpicos sino del arte acrobático con toque teatral. Sus nuevos colegas recelaron de su condición femenina, indígena y de pollera, y su propio marido se opuso cuando empezó a ver a su mujer descalabrada por la muenda que aguantaba en la tarima.

Sin embargo, ella esquivó los reproches con la misma fortaleza que la hizo invulnerable a los golpes. Dejó el trabajo, mejoró en cada entrenamiento y se unió a un empresario con buen ojo para los negocios que vio en la pelea de mujeres de pollera un acto exótico para atraer turistas. El hombre rebautizó la función con el nombre de “Cholitas Voladoras” y montó toda una industria de espectáculo rudo en el multifuncional de la población de El Alto.

La estrategia tuvo éxito inmediato, los extranjeros inundaron de dólares la taquilla y las agencias de viajes diseñaron costosas excursiones para sumergir a sus clientes en lo más hondo de la cultura popular. Pero el empresario amarraba la plata mientras las luchadoras se ganaban los moretones.

Carmen Rosa se indignó al ver que el salario no mejoraba, que les incumplían la promesa de obtener seguridad social y que la fama no le rentaba ni un poquito al bolsillo; por eso armó una disidencia y fundó la asociación de mujeres luchadoras “Las Diosas del Ring” por el orgullo, la identidad y el respeto.

Con ella se fueron Yolanda “la amorosa”, Julia “la paceña”, Claudina “la maldita”, Rosita “la rompecorazones” y Anita “la vengadora”. Fue tal la rabia del empresario con esta fuga que rebautizó a la luchadora más corpulenta que le quedó en su negocio con el nombre de Carmen Rosa. Desde entonces, nuestra protagonista se presenta como Carmen Rosa “la verdadera”.

En lugar de actuar para los turistas, Las Diosas del Ring convocan a la gente del barrio en el coliseo Villa Victoria de La Paz. Su nuevo manager es “Criatura de Dios”, un hombre de 90 centímetros que se presenta formalmente con el apodo de Chucky (por el muñeco de la película) y que no voltea a mirar si se le llama por su nombre de pila que es Cresencio.

Chucky se convirtió en el luchador más famoso del país el pasado mes de marzo cuando, en pleno día del padre, su joven esposa que casi le dobla la estatura dio a luz a su primer hijo. El periódico más leído de Bolivia que se llama La Razón les dio primera página.

Empieza la lucha…

“Criatura de Dios” da la señal y empieza la pelea. Carmen Rosa revienta en un tornado de patadas voladoras para provocar a Julia la paceña quien devuelve la amenaza con una rutina de puños al aire. Las dos luchadoras corren por el entablado, agarran impulso y se empujan como fieras.

Bismarck observa la lucha, pero su atención está pegada a la emisión de los resultados electorales por la radio. Estos comicios de 2010 son históricos no sólo para su mamá candidata sino para todo Bolivia puesto que por primera vez se eligen gobernadores y asambleístas por voto popular, al tiempo que se promueve mayor autonomía indígena en las Alcaldías y Concejos.

Carmen Rosa deja que la paceña la inmovilice con una llave de judo, por andar distraída pensando en política. Sueña ser concejala para traerle seguridad a su barrio y evitar que la comunidad, ante la falta de fuerza pública, siga linchando a los delincuentes bajo la sentencia: “ladrón pillado será quemado”.

La bandera de esta luchadora es el respeto a la vida; y justamente por ese contraste entre su liderazgo pacifista y su rudeza en el cuadrilátero fue escogida como protagonista de la cinta estadounidense “Las mamachas del ring” y de la película alemana “Cholita Libre” que se estrenará en el festival de cine de Locarno.

Julia aprovecha el nerviosismo de su competidora para lanzarse encabritada contra ella con la fuerza de un huracán. El público se queda sin aliento: Carmen vuela piernas arriba, trenzas abajo, enaguas al viento y se enrosca en vuelta de carnero hasta caer estrepitosamente sobre los tablones del escenario.

Tendida en el piso y aplastada por su rival, Carmen Rosa piensa que su dolor físico tiene su recompensa. Gracias a la lucha libre ha sido aplaudida en el extranjero, ha montado en avión y ha conocido el mar, aunque la ganancia es tan poca que para pagar el cuarto donde vive con su familia tiene que vender almuerzos ejecutivos por un dólar en un kiosko de comidas.

La campeona se siente agotada. Para rematar, su hijo Bismarck le da a entender por señas que la radio no trae buenas noticias sobre las votaciones. El público grita: “que se rinda, que se rinda”. La predecible derrota en las urnas la tiene a punto de capitular en el ring. Pero, ¿por qué rendirse?, piensa. Ya vendrán otras elecciones y otra esperanza. Hace diez años una mujer de pollera como ella sólo aspiraba al servicio doméstico y hoy puede ser luchadora, candidata y dirigente.

Con este pensamiento como ilusión, Carmen Rosa se levanta, despliega una coreografía de golpes, ejecuta un salto mortal que le da el triunfo sobre Julia la paceña y con los brazos en alto lanza el grito de batalla que todo boliviano lleva en el corazón desde los tiempos de la guerra contra Chile: “¿Qué me rinda yo? Que se rinda su abuela, carajo”.


Reporterita

Contactos: cholitaswrestling@gmail.com

Fighting cholitas y cholitas wrestling desde Bolivia

La lucha libre entre cholitas paceñas ya es un fenómeno global.

Se trata de un espectáculo muy llamativo porque usan sus trajes típicos durante las peleas y son muy fieras para defenderse.

También las llaman ‘las diosas del ring’.

Carmen Rosa, ‘la Campeona’, es la reina del cuadrilátero. Adornada con joyas brillantes y aplicaciones de oro en los dientes, gallarda se pasea por el escenario saludando a su público.

“Los hombres no son nada sin nosotras”, grita en un momento, arrebatándole el micrófono a un tímido narrador que se achica de sólo verla.

Es domingo y esta mujer va a luchar como una adolescente, pero va a perder la batalla.

Son casi las tres de la tarde y una pequeña fila de niños acompañados de sus padres se ha reunido en una casona del barrio 8 de Diciembre de La Paz. Ansiosos, todos esperan que la puerta de latón se abra para tomar por asalto las sillas metálicas y las bancas de madera que fueron acomodadas para la ocasión.

Hoy la lucha se perfila buena. Se enfrentan ‘la Campeona’ y Julia, ‘La Paceña’. La una es ruda y representa a los malos, la otra es buena y se supone que tiene técnica.

Antes lucharán los hombres: enmascarados gigantes de trayectoria extensa. Luego se enfrentarán dos parejas conformadas por una cholita y un hombre.

Sobre las 16:30 horas, con el aforo lleno, se inicia el espectáculo. ‘Salvaje’ y un torero panzón con corbata corta inician el trajín.

El sol invernal paceño apenas calienta a los asistentes que, emocionados, empiezan a insultar a ‘Salvaje’ por no respetar las reglas. Hay gritos, desestrés. Una mujer le lanza una botella de plástico al árbitro. Esta vez ha ganado el malo.

Al cabo de varios minutos, la lucha más esperada: la de las cholitas Carmen Rosa y Julia, ‘la Paceña’. La primera ya se acerca a los 41 años; la otra, a los 36.

De pronto, Carmen vuela por los aires y las polleras se lucen en su esplendor. Julia golpea y, olvidando sus buenas técnicas, saca una caja de madera de debajo del ring y se la rompe en la cabeza a su adversaria.

A esta hora ya han pedido que cambien el árbitro, un hombre moreno al que llaman el ‘Gato’ Montini intenta poner orden.

Es inútil, la lucha ha salido de control y el desenfreno provoca adrenalina en el público. Esta vez gana la buena y ha dejado a Carmen Rosa con la cabeza rota.

La lucha de cholitas se ha convertido desde hace algunos años en otro atractivo turístico de La Paz, debido a la fama que les han dado los periodistas extranjeros.

Admirados de ver a mujeres de ascendencia indígena luchando de igual a igual entre ellas y contra los hombres, llegaron desde todas partes del mundo a filmar y escribir sobre este deporte. Tanto, que ya hay dos películas y un sinfín de documentales en su honor.

La fama, sin embargo, les ha costado el abuso. El empresario que las hizo pelear por primera vez, Juan Mamani, ‘Gitano’, empezó a cobrar mucho dinero por llevarlas de viaje a Argentina, Perú e incluso Estados Unidos, mientras que a ellas apenas les llegaban migajas.

Luego, al ver el interés de la prensa, decidió cobrar por cada entrevista que ellas dieran.

Cansadas de la situación, Carmen Rosa (Ana Polonia Choque Silvestre) y Julia (Rebeca Condori) decidieron independizarse y organizar sus propias luchas.

Desde finales de junio de este año, alquilaron una casa en el barrio 8 de Diciembre de La Paz, donde todos los domingos muestran sus artes.

La entrada cuesta diez bolivianos (un euro) para los nacionales y dos para los extranjeros. “Esta es nuestra nueva apuesta”, asegura Carmen Rosa, que de lunes a viernes deja los golpes y vende comida en un pequeño quiosco del centro paceño.

Dina demostró ayer por qué le dicen “la reina del ring”

Dina demostró ayer por qué le dicen “la reina del ring”. Y es que en una lucha de menos de 15 minutos logró tumbar a su contrincante, Satinador, que ingresó con un traje camuflado, de ésos que utilizan los militares.

La contienda comenzó en el cuadrilátero que fue ubicado en el garaje de la Cinemateca Bolivia, donde además de esos luchadores se presentaron Bismark Junior y Tobi, entre otros, que hicieron vibrar al público con sus movimientos y con la rudeza con la que se enfrentaban cuerpo a cuerpo.

Dina, que ingresó ataviada con una manta roja y una pollera multicolor, esperó serena en una de las esquinas, con los brazos sobre las cuerdas. Al principio, la lucha comenzó en el cuadrilátero, pero concluyó fuera del ring, en el cemento.

Pero las luchadores que fueron esperadas y a las que el público también ovacionó fueron Carmen Rosa La Campeona, Julia La Paceña y Yolanda La Amorosa. Todas ellas hicieron gala de sus habilidades en el ring. Las polleras y las trenzas que las caracterizan no fueron un impedimento para pelear de igual a igual con los varones. A diferencia de ellas, los hombres tenían cubiertos sus rostros con máscaras y eran más musculosos.

Con saltos, golpes y otros movimientos propios de la lucha libre, las mujeres se impusieron ante un público de todas las edades, desde niños hasta personas de la tercera edad.

El luchador Tobi fue uno de los más abucheados, pues ni bien ingresó al garaje pateó una de las sillas. El arbitro, Gabo Montino, también recibió las rechiflas del público porque en lugar de dirigir la contienda se puso a golpear a Bismark Junior.

El show, denominado “Fiesta film viendo las estrellas” comenzó a las 21:30, aproximadamente. Como parte del escenario fue montado un juego de luces que hacía que el ambiente se volviera una discoteca.

La música no faltó y tampoco quienes bailaron al ritmo de ella, mientras en el cuadrilátero se desarrollaban las feroces peleas.

También se habilitó una pantalla gigante donde se proyectó de manera simultánea el documental sobre las luchadoras, donde no sólo se muestra las luchas en el cuadrilátero, sino también su pelea en su diario vivir, su sobrevivencia junto a sus familias y esposos.

La saya afroboliviana también encantó al público y se apoderó del ring con sus movimientos.

Lo paradójico fue que fuera, en el ring, los luchadores son enemigos, pero en los camerinos todos ellos, como buenos amigos, entrenan juntos.

martes, 6 de diciembre de 2011

Cholitas Luchadoras en World Press Photo

Pese al frío y las incomodidades, la muestra del World Press Photo 2011, que se exhibe en el Museo San Francisco, está a punto de superar el número de visitantes registrado el 2007 (18.000).

Luego de tres semanas de exposición, la muestra del World Press Photo 2011 ha recibido más de 17.000 visitantes, informó José Luis Ríos, director ejecutivo del Centro Cultural Museo San Francisco, lugar donde las principales fotos de prensa a nivel mundial se hallan en exhibición para el público.

“El peor día (7 de julio) recibimos 830 visitantes, mientras que la mejor jornada (5 de julio) 1.545 personas vinieron al museo”, manifestó Sandra Boulanger, curadora de la muestra, que estima que hasta el 17 julio, fecha en que se cierra la exposición, recibirán poco más de 20.000 visitas.

“En años anteriores contamos con la presencia de colegios, pero en esta ocasión la exposición coincidió con las vacaciones invernales”, señala Ríos. Pese a eso, y a la incomodidad, en el acceso al museo, que conlleva el trabajo del municipio en las áreas circundantes, el Director del Centro Cultural considera que la muestra fotográfica ha sido la exposición más exitosa, en términos de asistencia y comentarios, de este año.

Ni siquiera las bajas temperaturas que se registran en nuestra ciudad han logrado reducir la afluencia de visitantes.

“A las nueve de la noche es cuando más gente hay, aunque a esa hora el frío se siente con mayor intensidad”, confirma Ríos y añade: “Sandra (Boulanger) consolidó este evento anual, con un trabajo de hormiguita, a fin de traer una exposición gráfica de primer nivel al público paceño”.

Una de las imágenes más visitadas es la secuencia de las cholitas luchadoras, que, en palabras de Ríos, “representa la presencia de la cultura chola a nivel internacional, y sobre todo, de la mujer de pollera”. Al respecto, Boulanger indica que en versiones anteriores del concurso World Press las fotos de estas cholitas ya estuvieron presentes, pero enviadas por otros reporteros gráficos, aunque el jurado de entonces no les encontró relevancia noticiosa.

Aparte del trabajo de Boulanger, la muestra llegó a la ciudad de La Paz gracias al patrocinio de la Embajada de los Países Bajos, del Ministerio de Culturas y de la Oficialía Mayor de Culturas. Luego del 17 de este mes, las fotos serán enviadas a Holanda, de donde partirán a otro país.

Cifras
Visitantes
Este año se espera batir el récord de asistencia que se alcanzó el 2007: 18 mil visitas.

Curadora
S. Boulanger
La gestora cultural se encarga, desde hace varios años, de organizar la exhibición gráfica.

Patrocinio
Holanda
La Embajada de los Países Bajos en Bolivia es el principal patrocinador del World Press Photo en nuestra ciudad.

La Razón