Llegó la hora de Yolanda "La Amorosa". La luchadora, de menos de 30 años, camina hacia el ring con la elegancia de una actriz que llega al Festival de Cannes. Levanta la mano para saludar a su público, que la aplaude, le grita, la alienta, le chifla, le exige. Camina lento, con estirpe real y bambolea su faldón rosa. No parece una luchadora ruda, sino más bien una princesa inca. Tiene los ojos achinados, la nariz fina -a pesar del puñetazo que más tarde supe que le pegó su padre-, los labios grandes y el pelo azabache. Lleva una mantilla tejida a crochet y aros que parecen de oro, y que se quitará antes de luchar. Yolanda La Amorosa sube al ring y le muestra a sus seguidores lo que ellos quieren ver: puños cerrados y cara de mala.
Es domingo en el Multifuncional de El Alto, el gimnasio a 3.900 metros de altura que funciona como sede de la lucha de cholas, el nuevo hit turístico de La Paz. Hombres contra mujeres y mujeres contra mujeres se convierten en titanes del ring. Hace seis años la Asociación Boliviana de Cachacascán sumó mujeres a su staff de luchadores profesionales. Los hombres protestaron y cuando les tocaba pelear con las cholas les pegaban más fuerte de lo que normalmente se pega en esta lucha, que tiene mucho de acrobacia y algo de lucha. Ellas aguantaron, pusieron hielo en los moretones y se hicieron un lugar en este ambiente. Como se hacen un lugar en el machismo paceño de cada día.
Hoy son más de 10 luchadoras que lograron que el cachacascán boliviano llegara al Show de Cristina en Miami, al National Geographic, a diarios españoles y alemanes; a la pantalla grande. El filme Cholita Libre, que retrata la vida y la lucha de cuatro bolivianas ganó recién el Festival de Cine y Mujer en Argentina.
El año pasado se estrenó el documental Mamachas del ring, de la estadounidense Betty M. Park, que cuenta la historia de Carmen Rosa La Campeona, que un día se encontró frente al ultimátum de su marido: "O la lucha o tu familia".
La Lucha en El Alto
Es domingo en el Multifuncional de El Alto, el gimnasio a 3.900 metros de altura que funciona como sede de la lucha de cholas, el nuevo hit turístico de La Paz. Hombres contra mujeres y mujeres contra mujeres se convierten en titanes del ring. Hace seis años la Asociación Boliviana de Cachacascán sumó mujeres a su staff de luchadores profesionales. Los hombres protestaron y cuando les tocaba pelear con las cholas les pegaban más fuerte de lo que normalmente se pega en esta lucha, que tiene mucho de acrobacia y algo de lucha. Ellas aguantaron, pusieron hielo en los moretones y se hicieron un lugar en este ambiente. Como se hacen un lugar en el machismo paceño de cada día.
Hoy son más de 10 luchadoras que lograron que el cachacascán boliviano llegara al Show de Cristina en Miami, al National Geographic, a diarios españoles y alemanes; a la pantalla grande. El filme Cholita Libre, que retrata la vida y la lucha de cuatro bolivianas ganó recién el Festival de Cine y Mujer en Argentina.
El año pasado se estrenó el documental Mamachas del ring, de la estadounidense Betty M. Park, que cuenta la historia de Carmen Rosa La Campeona, que un día se encontró frente al ultimátum de su marido: "O la lucha o tu familia".
La Lucha en El Alto
El Multifuncional queda en El Alto, la ciudad dormitorio que está unos pocos kilómetros arriba de La Paz y donde vive un millón de personas que todos los días va a trabajar a la capital. En El Alto hace más frío, la vista de la cordillera Real es mejor y en política no hay grises: todos apoyan a Evo, el presidente que lucha por los derechos de los aymaras.
El gimnasio está a tope de locales y turistas. Unos alientan a grito vivo y los otros, con cámaras y filmadoras. Arranca la pelea. Yolanda y El Cobarde se abrazan como si se quisieran, pero luchan. Se pegan, se muerden, se escupen gelatina, se tiran agua, se parten sillas por la cabeza, se arañan. Y cuidado quien esté cerca, cuando la lucha se sale del ring, puede llegar una patada o chorro de agua, como le pasó recién a la rubia con cara de holandesa y con tanta bronca que está a punto de meterse a la lucha.
El Cobarde toma a Yolanda por sus trenzas de chola y la arrastra por el piso. Hasta que ella consigue pararse, le hace una toma exitosa y lo neutraliza. Después, trepa a una punta del cuadrilátero y vuela.
Vuela como una paloma de la paz, pero con la furia de un león al ataque. Uno de los poderes de las cholas luchadoras es que pueden volar. Igual que los superhéroes. El vuelo es corto y el aterrizaje, brusco, sobre la espalda de El Cobarde, que termina knock out.
Cuando el padre de Yolanda "La Amorosa" se enteró que su hija mayor estaba luchando en un cuadrilátero, le dio un puñetazo en la nariz. Le dijo, muy enojado, que no quería que siguiera sus pasos. A ella no le importó el puñetazo o quizás lo entendió como un impulso para seguir. Y siguió. Entrenó hasta convertirse en una de las luchadoras más aclamadas del Multifuncional de El Alto. Ahora mismo, sus fans la aplauden, porque su contrincante no puede levantarse.
Las luchadoras tienen entre 27 y 45 años, algunas con hijos y casi todas sin marido. Todas de raza aymara. Pelean con falda, trenzas -que no son postizas como algunos creen- y balerinas. Carmen Rosa La Campeona, Marta La Alteña, Julia La Paceña, Yolanda La Amorosa fueron las primeras luchadoras profesionales de catch. Y Juan Mamaní El Gitano, su primer entrenador, el que inventó el catch con falda.
Las siguen Elizabeth La Robacorazones, Juanita La Cariñosa, Angela La Simpática, los nombres son dulces, pero ellas pegan fuerte. También están Claudina La Mala y Jennifer Dos Caras, que se puso Jeni por su mamá; fer, por ferocidad; y Dos Caras por sus dos vidas, una sobre el ring y otra abajo. Pero todos la llaman Loca.
La lucha sigue y, después de un par de horas, se repite a sí misma. La Loca revolea por el aire a Julia La Paceña cuando salgo a la puerta del Multifuncional. Atardeció y en La Paz se encendieron millones de luces al fondo de la olla inmensa, como se ve esta ciudad desde arriba.
Yolanda "La Amorosa" está tomando aire después de su triunfo. Se puso una chaqueta de seda blanca y negra. Me acerco y le pregunto cuál es su nombre.
"Veraluz Cortés Hidalgo", responde. Yolanda es por una tía a la que quería mucho. Mientras habla, veo que tiene un tajo en la sien y la pera machucada, debe ser por el golpe de recién. "Me aplico ungüentos de coca, chilca, hiel de toro para calmar el dolor". Al principio, cuando Yolanda luchaba, le pegaba a un hombre que la traicionó. Después se dio cuenta de que llevaba la lucha en la sangre. De día trabaja en una clínica deportiva, con pantalones y blusa. De noche cuida a sus hijas, dos veces por semana entrena, y el domingo, lucha. Lucha porque es su pasión, lucha por los niños, lucha porque en Bolivia, las cholas son capaces de todo.
El gimnasio está a tope de locales y turistas. Unos alientan a grito vivo y los otros, con cámaras y filmadoras. Arranca la pelea. Yolanda y El Cobarde se abrazan como si se quisieran, pero luchan. Se pegan, se muerden, se escupen gelatina, se tiran agua, se parten sillas por la cabeza, se arañan. Y cuidado quien esté cerca, cuando la lucha se sale del ring, puede llegar una patada o chorro de agua, como le pasó recién a la rubia con cara de holandesa y con tanta bronca que está a punto de meterse a la lucha.
El Cobarde toma a Yolanda por sus trenzas de chola y la arrastra por el piso. Hasta que ella consigue pararse, le hace una toma exitosa y lo neutraliza. Después, trepa a una punta del cuadrilátero y vuela.
Vuela como una paloma de la paz, pero con la furia de un león al ataque. Uno de los poderes de las cholas luchadoras es que pueden volar. Igual que los superhéroes. El vuelo es corto y el aterrizaje, brusco, sobre la espalda de El Cobarde, que termina knock out.
Cuando el padre de Yolanda "La Amorosa" se enteró que su hija mayor estaba luchando en un cuadrilátero, le dio un puñetazo en la nariz. Le dijo, muy enojado, que no quería que siguiera sus pasos. A ella no le importó el puñetazo o quizás lo entendió como un impulso para seguir. Y siguió. Entrenó hasta convertirse en una de las luchadoras más aclamadas del Multifuncional de El Alto. Ahora mismo, sus fans la aplauden, porque su contrincante no puede levantarse.
Las luchadoras tienen entre 27 y 45 años, algunas con hijos y casi todas sin marido. Todas de raza aymara. Pelean con falda, trenzas -que no son postizas como algunos creen- y balerinas. Carmen Rosa La Campeona, Marta La Alteña, Julia La Paceña, Yolanda La Amorosa fueron las primeras luchadoras profesionales de catch. Y Juan Mamaní El Gitano, su primer entrenador, el que inventó el catch con falda.
Las siguen Elizabeth La Robacorazones, Juanita La Cariñosa, Angela La Simpática, los nombres son dulces, pero ellas pegan fuerte. También están Claudina La Mala y Jennifer Dos Caras, que se puso Jeni por su mamá; fer, por ferocidad; y Dos Caras por sus dos vidas, una sobre el ring y otra abajo. Pero todos la llaman Loca.
La lucha sigue y, después de un par de horas, se repite a sí misma. La Loca revolea por el aire a Julia La Paceña cuando salgo a la puerta del Multifuncional. Atardeció y en La Paz se encendieron millones de luces al fondo de la olla inmensa, como se ve esta ciudad desde arriba.
Yolanda "La Amorosa" está tomando aire después de su triunfo. Se puso una chaqueta de seda blanca y negra. Me acerco y le pregunto cuál es su nombre.
"Veraluz Cortés Hidalgo", responde. Yolanda es por una tía a la que quería mucho. Mientras habla, veo que tiene un tajo en la sien y la pera machucada, debe ser por el golpe de recién. "Me aplico ungüentos de coca, chilca, hiel de toro para calmar el dolor". Al principio, cuando Yolanda luchaba, le pegaba a un hombre que la traicionó. Después se dio cuenta de que llevaba la lucha en la sangre. De día trabaja en una clínica deportiva, con pantalones y blusa. De noche cuida a sus hijas, dos veces por semana entrena, y el domingo, lucha. Lucha porque es su pasión, lucha por los niños, lucha porque en Bolivia, las cholas son capaces de todo.
Fuente La Tercera